28.3.06

Retes, un ser íntegro

Abril 30, 2004.

Era mi maestro y me duele su muerte, al mismo tiempo que envidio su capacidad para ser íntegro durante los 86 años de su vida.
Pero Ignacio Retes no fue tan sólo un hombre íntegro: fue una figura fundamental en el teatro mexicano. Junto con Seki Sano tradujo por primera vez al castellano a Stanislavski. Y recordemos que Seki Sano, formado en las disciplinas del teatro japonés y sobre todo del kabuki, fue a trabajar con Stanislavski y Meyerhold a la Unión Soviética, para luego venir a México como perseguido político por sus ideas socialistas. Aquí, Ignacio Retes, también hombre de izquierda con un largo historial de colaboración con los sindicatos que, entonces, no eran charros, fue actor de Seki Sano, asistente de dirección y colaborador suyo.
Retes, pues, recibió las enseñanzas de Stanislavski de un discípulo directo. También recibió por la misma vía a Meyerhold y compartió su voluntad de construir una sociedad justa que fue el motor de la Revolución de Octubre.
La mayoría de nuestros otros maestros oyeron hablar de Stanislavski en los Estados Unidos, por donde el director ruso pasó rápidamente dictando conferencias que impresionaron vivamente a un cierto sector del teatro norteamericano. Ese Stanislavski nos llegó pasado por las aguas norteamericanas, deslumbradas también por el psicoanálisis, aunque tampoco de primera mano freudiana. Y los norteamericanos bautizaron, con su voluntad puritana, esquemática y utilitaria al pensamiento de Stanislavski, amalgamado con su versión superficial del psicoanálisis, como Método. Así Stanislavski se convirtió en El Método.
Retes recibió a Stanislavski y a Meyerhold en la vertiente más politizada porque Seki Sano fue un militante de izquierda mientras que Lee Strasberg y Elia Kazan, los grandes maestros del Actor’s Studio, fuente inagotable de nuestros hollywoodenses suspiros (de Dean y Brando a De Niro y Pacino), no tuvieron lo que se pueda llamar una gran congruencia política. La vida de Strasberg es discutible y la de Kazan es lamentable (un traidor que vendió a sus amigos durante el macartismo). Ambos supieron siempre acomodarse muy bien junto al poder, con todo y su retórica exacerbada e intensa que es la delicia de Woody Allen cuando de ellos se burla.
Las posiciones políticas de la Revolución de Octubre, vivas en Meyerhold, y el estudio compasivo del alma humana ansiado por Stanislavski nos llegaron con Seki Sano y acaban de morir con el último de sus representantes: Ignacio Retes.
Ese Retes fue mi maestro. Aunque nunca lo tuve en un salón de clases, gracias a su hijo Gabriel (para mí, un hermano) pude asistir a sus ensayos y en los ensayos de los grandes maestros se aprende mucho más que en los salones de clase. Y, como el teatro se contagia, me contagié de teatro. Habló de los años 60 cuando todavía funcionaba una de las acciones más importantes que se han hecho por la cultura teatral en México (luego, fuera de definir cada quien que su propia existencia es la acción más importante para la cultura teatral en México, pocos han sido los proyectos de alcances nacionales). El Teatro del Seguro llevado a cabo por Retes y Julio Prieto contenía una idea toral: la cultura es un derecho de los trabajadores, como lo es la salud. Hoy, claro, esto suena en chino porque ya nos están convenciendo de que ni siquiera la salud es un derecho de los trabajadores: el único derecho de los trabajadores es la manutención de sus charros sindicales y el lomo presto para ser explotado por sus patronos.
Ese sueño de Retes fue un proyecto de izquierda que se ha venido olvidando como la izquierda se ha venido olvidando de sí misma. Con Retes, también, muere la idea de integridad en el luchador.
Hoy, cuando la política se desintegra, porque en la supuesta izquierda sólo se trata de mantenerse arriba en las encuestas y agandallarse los puestos para llevar a cabo política de derecha con retórica populista, eso de ser íntegro no sólo suena a superado sino que estorba al pragmatismo realmente existente. ¿Para qué sirve mantener posiciones ideológicas y verticalidad moral cuando lo importante es aprender del priismo a ganar votos?
Retes fue maestro del CUT y contagió de teatro a las generaciones de quienes podían ser sus nietos. Al verlo entre muchachos yo no sabía quién era más joven, si los veinteañeros o el viejo Retes que reía y brincaba más que cualquiera de ellos.
Coincidimos en muchas cosas y chocamos en muchas otras. Discutimos y nos reímos porque Retes heredó la ironía del alma rusa (como Tolstoi la definiera) y, como yo, desconfió de las intensidades que no saben reír.
Creo en la otra vida y lo escucho aquí, junto a mí, socarrón: “Entienda, José Ramón, no hay otra vida, yo ya estoy muerto”. “¿Quién me habla entonces maestro?” “Yo, pero estoy muerto.” “Pues, oquéi, maestro, no pasa nada, sigamos hablando así, porque yo disfruto al platicar con los muertos...”