5.4.06

Dios existe

Abril 1, 2005.
Llevaba yo toda la Semana Santa preparándome para esa noticia y, sin embargo, la llamada de Sergio no resultó menos dolorosa. En la madrugada del lunes de Pascua, nuestro Octavio Galindo había muerto. En su Hermosillo, a los 62 años, rodeado por los suyos, los ahí presentes y los ausentes (como yo que, en el litoral opuesto de nuestro república, estaba acompañándolo).
Octavio, compañero de peace and love en aquellos ya tan lejanos años 60. El Charro, como lo bautizó Julio Castillo y así fue conocido. Ya no iba a estar aquí para encontrarnos en el restorán de Luigi de los Condesa, y hablar entre carcajadas de cuando fuimos jóvenes y apostamos por un mundo muy distinto de éste.
Triste y dura me resultó esta semana en la cual, por una de esas razones que han formado parte de mi diálogo constante, por fin vi Dogville y precisamente en Viernes Santo. Dogville me obligó a reflexionar con amargura en la repugnante condición humana que entrega a Cristo-Nicole Kidman a las manos del Padre-James Caan para que el Paráclito-sus gángsters completen el misterio. Qué película tan maravillosamente teatral la de Lars von Trier. A partir de Dogville, ¿cómo cantar la Pascua? ¿Cómo ser testigo de que Cristo venció a la Muerte si la mínima lógica es que la bajeza y la muerte resultan vencedoras?
El testimonio de alegría pascual es en realidad la agonía del cristiano, no las estupideces que impone la jerarquía: esperar contra toda esperanza, ser testigo de un triunfo contra toda razón.
Por eso, también este año, tan rodeados de muerte por un tsunami, por la voluntad asesina de las buenas conciencias a lo Dogville que George Bush representa, y por la simple y triste desaparición de los que hemos amado, deseo a mis lectores, mis hermanos, ¡felices Pascuas de Resurrección..!
Para mí, comenzó la Semana con una noticia dolorosa: el suicidio de Jorge Kuri, uno de los más brillantes dramaturgos de la generación que está llegando apenas a los 30 años. En las varias ocasiones en que debí defender inútilmente su obra La amargura del merengue dije lo que continúo pensando, que era extraordinariamente importante. Demasiado quizás para nuestro teatro. No creo que se haya estrenado en México pero sí en Nueva York, en el espacio ya mítico de La MaMa.
Ojalá queden sus anotaciones de puño y letra sobre patafísica, esa “ciencia de las soluciones imaginarias” que descubrió Alfred Jarry, maestro indiscutible de Jorge Kuri, aunque están los artículos de Jorge que sobre patafísica publicara en Sábado Huberto Batis.
Así, comencé la más alta semana teológica del año con el testimonio cruel de la angustia como auténtica situación límite, y la provocación punzocortante del argumento antiteológico de Jarry, maestro de Jorge Kuri: “Dios no existe y la prueba de que no existe es que se llama de otra forma...”
Tampoco existía el Papa para el autor de Ubú. Recuerdo el diálogo entre Marforio y Pasquino en un pequeña obra de Alfred Jarry: “--¿Ha muerto el Papa? --El Papa no ha muerto. Tiene muy buenas razones para ello. --¡El cielo sea loado! ¿Entonces Su Santidad está mejor? --¡Ah, no! No está mejor. También tiene muy buenas razones para ello. --Entonces la enfermedad no se ha agravado y el estado del Santo padre es estacionario. ¡Penosa pero consoladora incertidumbre! --Escúcheme bien, Marforio, voy a confiarle a usted un secreto: el Papa no está ni muerto, ni curado, ni enfermo, ni vivo... --¿Su Santidad no es entonces más que una invención, una noticia falsa creada por los periodistas? --Agregue usted: por los periodistas anticlericales...”
Y, sí, el Papa estuvo presente en los medios esta Semana Santa por su lamentable agonía. A mí me lo recordaron también los 25 años de la muerte de Monseñor Romero que se cumplieron precisamente el Jueves Santo. Monseñor Romero había recibido todo el apoyo de Paulo VI pero no pudo conseguir lo mismo del recientemente elegido Juan Pablo II. Se supo que inclusive el nuevo papa polaco lo había reprendido y, lógicamente, ésa fue la señal para que su asesino apretara el gatillo y le rompiera un corazón indudablemente cristiano. Este jueves santo, 25 años después de aquel momento seguí oyendo a San Romero de América repetir las palabras de Cristo: “Esta es mi sangre que será entregada...”
Y por fin, el lunes de Pascua, la muerte de Octavio, que fue como el final de algo muy propio. Por eso he querido ver su foto de esa edad junto a mis notas. La Escuela de Teatro, las libaciones, Sergio y los Galindo que ya son mi familia, la eterna voz de Margie, Jimena, las primeras obras. Inclusive la entrada de Octavio al cine con José Agustín, en esa aventura fresca y provocadora como todo lo suyo, que fue Ya sé quién eres te he estado observando.
Con el adiós a Octavio en la garganta, recupero el aire e invierto la argumentación patafísica: para mí, Dios existe justamente por eso, porque se llama de otra forma...