30.3.06

Los sueños agridulces de Celestino

Septiembre 17, 2004.

Hace 40 años, Reinaldo Arenas signó y fechó Celestino antes del alba, uno de los momentos más entrañables y luminosos de las letras en nuestra lengua. Aun cuando otras novelas suyas se recuerden con mayor frecuencia al escuchar su nombre, esta primera piedra no es sólo una joya de la narrativa barroca sino un texto fundador al que debería acudirse con mucha mayor frecuencia.
Un año después de haber sido escrita, Celestino antes del alba obtuvo la primera mención en el Concurso Nacional de Novela. Presidía el jurado Alejo Carpentier y, en palabras del propio Reinaldo, “la edición cubana se agotó en una semana pero nunca más fue autorizada allí una nueva publicación”. Seguramente porque, como continúa informando Arenas, “la novela es una defensa de la libertad y de la imaginación en un mundo conminado por la barbarie, la persecución y la ignorancia”.
Sería suficiente motivo para escribir sobre Celestino antes del alba el que nombres como el de Reinaldo o Virgilio Piñeira o Lezama Lima me vinieran a la cabeza en estos tiempos de nueva reaccionarismo de la izquierda cuando, al no tener capacidad ni ganas de reflexionar, se acude a lo más caduco como puede ser el cadáver viviente de Fidel Castro, para entonar loas cuando debían estructurarse programas. Cuantas veces ha hecho esto la izquierda (y han sido muchas) ha justificado la tiranía o, cuando menos, ha canonizado la demagogia.
Arenas profetizó al Castro de hoy cuarenta años antes, persiguiendo a Celestino que escribía poemas en los troncos de árboles que él, obsesivamente se encargaba de cortar. Fidel Castro o Juan Pablo II, que al final de cuentas es lo mismo, y por eso se han abrazado tan fervientemente, como en su pequeñísima proporción se abrazan Andrés Manuel y Norberto Rivera y ahora también Miguel Alemán, el cachorrito de la Revolución.
Todo eso es la reacción, mientras la acción va por otros cauces. No la entendemos. Ni siquiera la conocemos. Celestino escribe en hojas que ya han sido cortadas.
No es fácil porque, como dice Reinaldo en Celestino:
“Las tías agarran al abuelo y a la abuela y los sacuden contra la mesa. Pero entonces el abuelo se escapa de sus brazos y corre hasta el sitio donde se encuentra el hacha, tirada en el suelo en el suelo. El abuelo empieza a darle hachazos al aire, amedrentando a las tías y riendo a carcajadas.
“ABUELO: ¡Creen que es fácil sacarme los ojos y matarme! Pues no: soy un bicho muy viejo para que me cojan de sorpresa. ¡Pienso vivir cien años! Y es posible que más... ¡Nadie escapará de mí en esta casa! ¡Ya tengo de nuevo el hacha en mi poder! Podría abrirles la cabeza a todas, como si fueran jícaras de coco. Pero no: tienen que servirme. Tienen que obedecerme y morirse cuando yo lo ordene (A la abuela que también tiembla junto a las tías.) Tráeme acá ese pájaro para probar el hacha.
“Tú te adelantas con el cuchillo en alto y uno de los duendes se te pone delante para protegerte: de ese modo te oculta de los vivos.”
Pájaro. Mariquita. Joto. Reinaldo lograba ocultarse por esas fechas pero Celestino no. Celestino moría y nunca sabremos de sus poemas en los troncos de los árboles muertos. Por eso Reinaldo le escribe:
“Entra Celestino, el cual ha de ser invisible. Tú caminas hasta él y, echándole un brazo por encima, le dices:
“TU: Perdóname que no te haya podido salvar. Perdóname, pero cuando le iba a clavar el cuchillo en la cara, me miró y me sonrió...
“CORO DE LOS PRIMOS MUERTOS: Me miró y me sonrió. A mí que nunca nadie me ha sonreído...”
Para un autor tan barroco como Arenas, no existían fronteras entre los géneros. Y no me refiero a las divisiones y subdivisiones en géneros teatrales que nos legara Usigli e hiciera canónicas (contra su propia voluntad) Luisa Josefina Hernández. Me refiero a los géneros de verdad: la épica la lírica y la dramática. Celestino antes del alba es narrativa (épica, por tanto) pero es un poema (se mueve cómodamente en los terrenos de la lírica) e inclusive contiene una importante obra de teatro dentro suyo (dramática).
Al igual que el Ulises de Joyce, contiene teatro. Y no se trata de una obra menor. Las varias páginas teatrales de Celestino ofrecen un coral extraordinariamente bello y durísimo. Un grito de dolor de los que viven condenado por los condenados de este mundo. Marginados por los marginados.
No hay mucho que decir. Reinaldo lo dijo todo. Sólo queda leerlo. Leerlo y paladear sus sueños agridulces:“¡Pobre Celestino..! Escribiendo. Escribiendo. Y cuando no queda ni una hoja de maguey por enmarañar. Ni el lomo de una yagua. Ni la libreta de anotaciones del abuelo: Celestino comienza a escribir entonces en los troncos de las matas. ‘¡Eso es mariconería!’, dijo mi madre cuando se enteró de la escribidera de Celestino. Y ésa fue la primera vez que se tiró al pozo. ‘Antes de tener un hijo así, prefiero la muerte’. Y el agua del pozo subió de nivel.”