5.4.06

Encuentro entre iguales

Junio 3, 2005.

“La característica definitoria de nuestra sociedad posmoderna o postindustrial es la fragmentación en una pluralidad de discursos sin un metarrelato unificador... Esta incredulidad respecto a los metarrelatos está aguzando nuestra sensibilidad para valorar las diferencias.” El anterior concepto de fragmentación de Jean-Francois Lyotard, definido así en un estudio sobre Feyerabend, me dio el punto de arranque para una charla en Tijuana. Una charla en el fragmento extremo de esta República Mexicana de por sí fragmentada, y dentro del IX Festival Universitario de Teatro que organizó el Centro de Artes Escénicas del Noroeste.
La imposibilidad de las unificaciones que molesta desde a los teólogos inquisitoriales y los neoestalinistas apoyadores de Fidel y de Chávez, hasta a los priístas enquistados en todos los partidos que sólo entienden el centralismo, es también la gran oportunidad para quienes por una u otra razón hemos conocido la vida en cualquier margen (sean la pobreza más soez o la esclavitud en el matrimonio, sean el miedo y la humillación de quien habita un clóset). Sin embargo, la fragmentación no deja de ser un riesgo y requiere de una cultura democrática recién nacida en nuestra patria que debe alimentarse con una aceptación de las diferencias cuyo inicio radica en simplemente conocerlas.
Todo lo dicho que vale para la filosofía política, para la religión y para la política, es fundamental en el arte. No hay arte sin conocimiento de las otredades. Puede haber dogmatismo o burocracia académicas, pero no expresión auténtica. Por ello resultan tan importantes todos los pasos, dados en cualquier sitio con este fin. Y un paso cada vez más firme, puesto que llega a su noveno año, es este encuentro teatral organizado como Festival Universitario de Teatro: desde una ciudad extrema hasta otra ciudad extrema (de Tijuana a Mérida), sin exclusión del Centro, pero con presencia de la República entera.
Del 12 al 22 de mayo, se escenificaron en el Teatro Rubén Vizcaíno Valencia de la Universidad Autónoma de Baja California las siguientes obras: Galaor en dramaturgia de Jaime Chabaud a la novela de Hiriart, por el Grupo Reflejos y Matices de la Escuela de Artes de Tijuana, bajo la dirección de Claudia Villa; Monogamia de Marco Antonio de la Parra, por el Grupo Mexicali a Secas, bajo la dirección de Angel Norzagaray; Hotel dramaturgia de Virginia Hernández a partir de textos varios, por un grupo de Ensenada; Deseo de Víctor Hugo Rascón, por el Grupo Mexicali a Secas, bajo la dirección de Angel Norzagaray; Los días de Carlitos, unipersonal de Adrián Vázquez, de Xalapa, con asesoría y supervisión de Martín Zapata y Adriana Duch; La ruta de las abejas de Daniel Serrano, por el Taller de Teatro Universitario de Tijuana, bajo la dirección de Javier Vera; Mi primo Federico de Isidora Aguirre, por el Teatro Rehilete de Monterrey, dramaturgia y dirección de Gerardo Valdez; De la misma arcilla de Luz Valencia, por el Taller de Teatro de la Escuela de Artes de Tecate, bajo la dirección de Dora Arreola; Telefonemas de Edgar Chías, por el Grupo Cuarta Pared de la Ciudad de México, bajo la dirección de Marco Vieyra; ¡Juilas!, que vamos lejos de Sergio Galindo, por la Compañía Teatral del Norte, bajo la dirección del autor; Asesinato de Desdémona, versión libre del Otelo de Shakespeare, por el Taller de Teatro Clásico de la Universidad Veracruzana, bajo la dirección de Fernando Yralda; Tres deseos pero ningún tranvía de José Ramón Enríquez, por la Compañía Teatro Hacia el Margen de Mérida, bajo la dirección del autor.
De este Festival, con más de la mitad de obras de autores nacionales, yo tuve la oportunidad de ver el espléndido trabajo de Sergio Galindo y el resultado del taller veracruzano sobre Shakespeare. Nada más disímbolo y enriquecedor por lo tanto. ¡Juilas!, que vamos lejos, con el pleno dominio del lenguaje de su autor y director, es realmente una muestra del teatro diverso, realmente “otro”, que uno agradece al cruzar por aire la enormidad territorial de México. El asesinato de Desdémona es un ejercicio serio que lucha por equilibrar los desniveles de escolaridad, dentro de una lectura isabelina que fue nueva cuando Ian McKellan interpretó a Ricardo III y Derek Jarman filmó a Marlowe, pero que aún puede servir como esquema para un taller.
Tanto la posibilidad de haber visto empresas tan diversas, como la programación del Festival y las publicaciones del CAEN que dirige el dramaturgo y actor Daniel Serrano, me permiten una conclusión inmediata: vale la pena que los festivales sean organizados desde la llamada Provincia, sin la presión que una Muestra tan mayúscula como la Nacional provoca. Así, los encuentros se dan realmente entre iguales. Lo cual no quiere decir que ya dogmas y centralismos se hayan superado. Los metarrelatos que quieren volver a ser unificadores no soportan la otredad.