5.4.06

Gobierno de caciques

Noviembre 4, 2005.
La visita de Felipe Calderón a Elba Esther Gordillo, al día siguiente de su victoria, sólo se entiende en quien va a la búsqueda del voto duro del sindicato más grande de América Latina, el de los maestros. Caza de voto caciquil, deporte electorero. El neo panista presidente Fox y su señora Martha deben (o deberían) andar a la busca de caciques que les cuiden las espaldas en su bastante lamentable retirada. Las tribus de dinosaurios que han pactado con Roberto Madrazo son las de los caciques de siempre que garantizan el voto duro priísta. Y el Tucom desaparece en cuanto no garantiza ventaja alguna para ningún cacique. Si algo garantizara, renacería.
Que el PAN busque votos caciquiles de los cuales carece o proceda a organizarlos por medio del sucio pero eficaz sistema de compra-venta en los lugares que gobierna, es lógico puesto que los caciques le han convenido siempre a los partidos de las derechas. Que el PRI se nutra de ellos no es sólo cuestión de conveniencia sino de supervivencia: el PRI es sólo un pacto de caciques tipo aquel con el cual Capone y Dillinger se repartieron Chicago o Stalin se instaló en el Kremlin, a la manera como el General Calles organizó su Partido. Eso ha sido el PRI durante 70 años y sólo eso puede ser.
Lo lamentable es que una supuesta izquierda que ha usufructuado el registro, los edificios y hasta la memoria de luchas y dolores históricos, juegue en las mismas ligas del blanquiazul y del tricolor. Con el PAN en la Liga de la Decencia, con el PRI en la del voto duro.
Pero a la caza de caciques priístas enojados que pongan sus votos duros en la mesa de AMLO (no de Las Vegas como fuera costumbre de algún colaborador íntimo) van Manuel Camacho Solís, Socorro Díaz y muchos otros priístas ya desde antes enojados. Al mismo tiempo, impone a su delfín para que mueva la estructura caciquil de una ciudad que Ebrard (con Camacho) organizara desde el salinato y cuyo voto duro han acabado de amarrar los nuevos caciques perredistas comandados por Bejarano.
El propio López Obrador pacta con los caciques de la Iglesia: nada de sociedades de convivencia, silencio en cuanto a la píldora del día siguiente, orden tajante de que la Asamblea frene la discusión sobre muerte asistida. Para la prensa, sus silencios de media hora que dan pie al chiste evasivo para terminar con el plural mayestático, “nosotros siempre hemos dicho”, y salida por la tangente.
De esto último ha dejado constancia indignada y contundente Sergio Alan Villarreal, director de Notigay, en una carta dirigida a AMLO el 22 de octubre del 2005 y en la cual cita una entrevista hecha por El Universal: “Yo me reservo por ahora. Política es tiempo, dijo el ex jefe de Gobierno cuando El Universal le pidió su opinión. El precandidato perredista prefirió no hacer comentarios sobre estos asuntos, pero sí opinó del triunfo que obtuvieron el lunes, en el beisbol, los Cardenales de San Luis, sobre los Astros de Houston. Es decir”, le increpa Villarreal, “para usted es más importante fijar su postura sobre un triunfo deportivo en otro país que hacerlo respecto a los derechos de parejas homosexuales, estigmatizadas hasta el cansancio. Le importan a usted un comino los principios del PRD.”
Política no es tiempo para AMLO, sino cabezas entregadas para la compre-venta al Cardenal Rivera; y no le importan un comino los principios, sino que nunca los ha compartido porque nunca ha sido de izquierda más que en el discurso mañanero.
Total: gobiernan los caciques. Nada ha cambiado y nada cambiará en el plazo de una campaña electoral increíblemente costosa. Este país lo manejan los caciques y los caciques organizan su fuerza cada cual a su manera: unos, repartiendo dinero; otros, repartiendo golpes; y, los más, repartiendo dinero y golpes por igual en sus reinos respectivos. Esos reinos del “voto duro”, casi siempre rural, al que no alcanzan las encuestas.
¿Qué debe hacer un simple mexicano que ha luchado siempre contra la cultura caciquil y ve que el PRI va a retornar al poder, aunque sea con otro color partidista y con otras siglas? No sé, yo renuncio a ese plural mayestático tan poco republicano que tanto me molesta. Además no soy un simple mexicano, sino un ciudadano gay que ve crecer la homofobia en todos los partidos con posibilidad de triunfo.
Yo, si no encuentro en las boletas alguna opción de izquierda que me represente, anularé mi voto. Iré a votar, para que no se me cuente en el ejército del lamentable abstencionismo, pero anularé mi voto para que se cuente como eso, anulado, lo cual es una posición política.
Finalmente está viva la memoria de la recientemente fallecida Rose Parks quien con un gesto de negra indignada inició hace 50 años un movimiento de derechos humanos que no ha terminado aún. No pretendo que mi gesto inicie nada, pero sólo tengo eso, mi dignidad. Y no, no cederé mi asiento a ningún “blanco” que me la niegue.