9.7.06

No a la censura

Julio 7, 2006.

Una vez acabadas las elecciones, y aún a la espera del recuento distrital que señale al triunfador, quiero tratar en este espacio un tema que está íntimamente unido a las cuestiones del arte y especialmente del teatro. Un tema ante el cual los cómicos hemos sido siempre especialmente sensibles: la censura.
La censura en cualquiera de sus formas (por mejor intencionada, por más preocupada por la equidad que parezca) ha sido siempre enemiga del teatro. Y de todo arte, de toda expresión de la inteligencia.
Aunque la censura se disfrace de izquierda, siempre será de derechas, porque no acepto de izquierdas a los totalitarismos que se proclaman “democracias populares”. Son en este punto iguales a los fascismos que niegan incluso la misma palabra “democracia”.
Por ello, me preocupó la moralina levantada en torno a un extraño concepto de guerra sucia en las campañas electorales, que derivó en la prohibición, por un tribunal de notables, de tal o cual spot publicitario de los diversos partidos políticos.
En primer lugar, la guerra sucia se da en los sótanos del poder, no en el uso de las libertades de expresión. En segundo lugar, yo soy un ciudadano mayor de edad capaz de escuchar todas las mentiras de cualquier bando, y procesarlas para creerme las que a mí me dé la gana creer, por más disparatadas que sean. Y, como yo, mis compatriotas mexicanos son mayores de edad que procesan las mentiras y votan o dejarán de votar por quiénes quieran. Así lo hemos hecho. No somos menores de edad a los que un tribunal deba proteger de falsedades.
Obviamente, si hay calumnias y difamaciones, para eso está la ley y los tribunales civiles o penales.
Por ejemplo, ya resulta ridículo que se nos impida el alcohol cuando, en estas elecciones, quienes dimos una muestra de civismo fuimos los ciudadanos, y quienes salieron a proclamar triunfos, como si estuvieran ebrios, fueron los candidatos.
Creo que, por definición, en la publicidad política hay mentiras y juego sucio. Sobre todo en una publicidad política como la mexicana que toma su modelo acríticamente de la televisión que es pura mentira y nada más que juego sucio. Cualquier comercial, de la manera en que es vendido por la televisión, es juego sucio. Pero no quiero que nadie lo censure. Quiero ser dueño de creérmelo o de cambiar de canal, indignado.
El día en que escribo ha aparecido una nota sobre el intento de censura de Bush a la televisión: ni groserías ni desnudos. Estoy por las mentiras en las campañas, por las groserías y los desnudos, y reivindico mi criterio para creerme lo que quiera, para divertirme y gozar con lo que quiera y para cambiar de canal cuando quiera.
No creo, por ejemplo, que López Obrador sea Chávez, ni tan peligroso como él. Para mí es un simple cacique priísta y tan peligroso como cualquier cacique priísta. Tampoco creo que Felipe Calderón sea un fascista. Para mí es un prefecto de disciplina de colegio marista y tan peligroso como cualquier prefecto de disciplina de colegio marista.
Y quiero pasarme los próximos seis años diciéndoselo a quien corresponda, en mis artículos y en mi teatro, sin que se me silencie en bien de la “gente” que debe ser cuidada por un tribunal, porque mi voz, en el primer caso, me vuelve “servidor objetivo del imperialismo”, y, en el segundo, miembro de la “conspiración judeo-masónica” y, ahora, gay.
Me parece que con demasiada superficialidad se aceptó que los spots fueran censurados. Y que con la misma superficialidad se aceptó dar al Tribunal Electoral las funciones de un Tribunal Inquisitorial.
Se promovieron y se aceptaron formas de censura en el fragor de una batalla política que, ahora, debe revisarse. El IFE y el TRIFE deben ser fortalecidos más allá de nuestros intereses partidarios, porque son garantía de independencia de las elecciones, pero no deben ser desnaturalizados porque los debilitamos.
Mucho habría que hablar de dineros, tiempos, transparencias, etc., pero estas notas sólo quieren referirse a algo que, como la censura, puede ser aplicado inmediatamente al trabajo artístico y que me produce auténtico pánico escénico.

2 Comments:

At 10 julio, 2006 05:02, Blogger La Fe de los Cerdos said...

Decir no a la censura es censurar.
Cuando los compatriotas mexicanos maduren sabrán elegir y, por tanto, defender su decisión de empresarios voraces que se gastan, como en la pasada campaña, su dinero en cómicos spots multimillonarios. Creo que el cinismo resplandeciente como el sol es lo que el tribunal de notables intenta tapar con un dedito. Espero no ser censurado. Con cariño, Julio Escartín.

 
At 16 julio, 2006 00:40, Anonymous Anónimo said...

¡Hola Maestro José Ramón!

Es para mi un privilegio leeer sus comentarios, espero contar con su colaboración a futuro. Me encantó el referente a la censura, porque es muy importante para los creadores la Libertad de Expresión, y la censura nos coartaría esa libertad.

No me ha contestado un correo que le envie, donde le hago saber de mi revista electrónica proscenio.com, es una nueva revista, porque yo le hice una entrevista en una de las primeras en línea, que se llamaba Skene.com, ¿recuerda? y luego fui al CUT, que usted dirigía y la pudimos ver en la computadora de la dirección, incluyendo al sitio, su fotografía.
¡Muchas Gracias! fue una de mis más entrañables entrevistas, que recuerdo con mucho cariño, porque a mi y a nuestros lectores, nos sirvio de una gran enseñanza.
Atentamente
Anaraceli Alvarado Álvarez.

 

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