14.5.06

Días de sueño y lucha.

Mayo 12, 2006.
Christian Rivero, artista e internauta, me ha hecho saber de un lugar en la Red donde puede escucharse el programa original Para acabar con el juicio de dios, al que me referí en mi nota pasada. Se trata de www.ubu.com/sound/artaud.html. Ubu de Jarry, el Alfred Jarry cuyo nombre fue el del teatro fundado por Artaud en 1926, hace ya ochenta años. Como hace veinte, un 15 de abril, moría en París otro maldito como aquellos dos, Jean Genet, a quien pienso dedicar el próximo Pánico Escénico.
Si saben navegar mejor que yo, seguramente en ese sitio podrán escuchar mis lectores tanto los xilófonos como las voces desesperanzadas y desesperantes de Roger Blin, del propio Artaud, de Paul Thevenin y de la legendaria actriz franco española María Casares.
Mientras tanto yo paso a otro tema, doloroso también pero mucho más cercano, porque en México acaba de morir una actriz de esa misma estirpe legendaria de la Casares: Beatriz Sheridan.
Para cuando yo decidí entrar al teatro, la estrella de María Douglas comenzaba a apagarse, no en cuanto a prestigio pero sí en cuanto a presencia escénica. En cambio, Beatriz Sheridan iba construyendo su prestigio a partir de una presencia de indiscutible calidad y fuerza en los escenarios. Aun cuando no pretendiera ocupar el lugar de la Douglas, porque su propia personalidad avasallaba, los paralelos resultaban inmediatos. Hoy, por ejemplo, la equivalencia mexicana de Vivien Leigh la ocupa en mi memoria la Sheridan y no la Douglas, por Un tranvía llamado deseo. No vi la puesta de Seki Sano y vi, en cambio, varios lustros después, la de Sarrás, con Miguel Palmer como Kowalski en lugar del Wolf Rubisnky de Seki Sano.
El nombre de Beatriz Sheridan llega a mi memoria unido al de Alexandro Jodorowski y, por lo tanto, al de esa revolución teatral y moral que el chileno provocó en México, incluida, por supuesto, La ópera del orden, en la cual (y recuerdo muy bien los chillidos de quienes lo decían) golpeaban en un tambor la imagen nada menos que de Su Santidad el Papa. Ahí estaba la Sheridan junto a un grupo entrañable (Albita y Vicente Rojo están en la foto que recoge Josefina Alcázar en su libro La cuarta dimensión del teatro), formado inclusive por un muy joven Alvaro Carcaño que ahora viene a enriquecer la escena yucateca.
También Jodorowski dirigió a la Sheridan en una obra capital que este año cumple cincuenta años de escrita, Fando y Lis. Incluido algo tan menor como el título de esta columna, mucho se debe al encuentro de Fernando Arrabal con Jodorowski en este país y, por lo tanto, al estreno de Fando y Lis. Nada menos que el parteaguas del nuevo teatro mexicano, El cementerio de automóviles, viene de ahí: Julio Castillo recibió de su maestro Alexandro el texto de un actor apenas conocido por aquellos cuyos padres leían en México la revista Indice y su número dedicado al Movimiento Pánico.
Y con ese revolucionario que fue Jodorowski continuó Beatriz Sheridan haciendo el mejor teatro de eso que llamamos la vanguardia, por la simple razón de que va adelante. Y adelante la Sheridan con Jodorowski inclusive en la inauguración del Cine Diana con todo y el mural de Manuel Félguerez (quien también, por cierto, está en la foto de La ópera del orden a la que me referí más arriba).
Y un espléndido Manuel Montoro la dirigió, después, en ¡Oh, los días felices!, de Samuel Beckett. Los nombres más ilustres y difíciles de la vanguardia, para culminar con ese niño genio alemán, poeta maldito, que fue Rainer Werner Fassbinder. Nancy Cárdenas le dirigió lo que queda en mi recuerdo como lección magistral de ser humana y de ser actriz: Las amargas lágrimas de Petra von Kant.
Nancy y Beatriz Sheridan con Fassbinder y Petra von Kant son espacios de privilegio en la memoria. Días de sueño y lucha, y también de una imbatible ternura que no se va, como tampoco se van del todo figuras como Beatriz Sheridan. Restos de viaje que continúan alimentándome, tal vez para servir de herencia de, algún extraña forma, cuando todo se olvide.

1 Comments:

At 26 octubre, 2007 20:12, Anonymous Anónimo said...

hola José Ramón Enríquez, acabo de leer tu artículo en el que hablas de Beatríz Sheridan, y la verdad me emocioné muchísimo. No tienes idea de cuanto te agradezco estas líneas, porque por más que he buscado algo más serio en la web sobre Beatríz, sólo encuentro las notas del día de su muerte, donde no hacen sino hablar de ella como actriz y directora de telenovelas... y francamente esto me ha enfurecido y decepcionado muchísimo. Quienes tenemos como tú dices, el privilegio de la memoria, o algo parecido a eso, quienes pudimos verla en escena en puestas tan inolvidables como 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant', o su increíble trabajo en "Las tentaciones de María Egipciaca", no la vamos a poder olvidar jamás, y guardamos en nuestro interior un raro y bello tesoro. Tuve la enorme suerte de ser su alumna y su asistente personal por un tiempo, después la vida me llevó por otros lugares y desgraciadamente la fui perdiendo, cosa que ahora me resulta bastante dolorosa, sobre todo porque en alguna ocasión ella me llegó a decir que yo haría su biografía, y eso fue algo que no le pude cumplir, y que definitivamente creo que ella se merecería. Así pues que te agradezco inmensamente las palabras que le dedicaste, han sido una especie de bálsamo para mi espíritu, que creo que nunca se terdminará de reponer por esta pérdida. Gracias José Ramón.

 

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