2.5.06

Artaud: fenómeno celestial

Abril 28, 2006.
Un fenómeno atmosférico, “óptico-luminoso, producido por la refracción o reflexión de la luz solar en los cristales de hielo suspendidos en la atmósfera”, según explicaron los especialistas, dibujó en torno al sol un halo majestuoso, especie de arco-iris, en el hermosísimo y siempre azul cielo de Mérida. Ese cielo que es una de las razones más poderosas por las cuales escogí esta ciudad para emigrar de la eterna nube de smog que cubre mi ciudad natal, se vio no sólo hermoso sino también mágico, como si algo descendiera sobre nosotros o, más aún, como si alguna puerta se abriera entre espacios cósmicos naturalmente incomunicados.
Pues este halo alrededor del sol, un poco temible y otro poco deseable, se abría sobre mi cabeza mientras releía yo Para acabar con el juicio de dios, de Antonin Artaud, con objeto de concluir mis notas a propósito de la edición mexicana de Arsenal Editores, que encontré recientemente en una librería.
Los jóvenes de la Universidad en la que doy algunas clases salían a los pasillos para no perderse un fenómeno mucho más simple que la sensación íntima, revulsiva, de inconsciente colectivo, que producía en los rostros. Mientras tanto, en la cafetería, leía yo estos versos medicinales de Artaud: “...tenemos que desnudar al hombre / para arrancarle ese microbio que lo pica / de forma mortal / dios... / Entonces podrán enseñarle a danzar al revés / como en el delirio de los bailes populares / y ese revés será / su verdadero lugar”.
La puerta abierta en el cielo, ¿lo estaba hacia el mundo del revés..? ¿El que deseaba Artaud..? Y, al cruzarlo, ¿podríamos extirpar a ese microbio que es dios para Artaud, y, tal vez, encontrar a ese Otro que es dios para mí..? No sé. Sólo puedo aprehender dos conceptos a partir de los versos. Uno: la crueldad que Artaud propone para su teatro, consiste “en extirpar por la sangre / y hasta la sangre a dios, al azar / bestial de inconsciente animalidad humana / en cualquier parte donde se le pueda encontrar”. Dos: “lo que se dio en llamar microbios / es dios. / ¿Saben ustedes con qué hacen sus átomos / los rusos y los norteamericanos? / los hacen con los microbios de dios...”
Mientras el cielo juega hoy con nosotros, yo leo el poema radiofónico Para acabar con el juicio de dios que Artaud escribiera, hace sesentas años, casi dos antes de morir, para María Casares, Roger Blim y Paul Thevenin, y que fue obviamente censurado. Mientras veo el infinito exterior, leo cómo el genio maldito nos increpa: “un buen día el hombre detuvo la idea del mundo. / Se le ofrecían dos caminos: / el infinito exterior, / el ínfimo interior. / Y eligió el ínfimo interior, / donde sólo hay que estrujar / el bazo / la lengua / el ano / o el glande. / Y dios, dios mismo / aceleró el movimiento.”
¿Corresponde, pues, mirar ahora en el cielo ese su ombligo que es el sol orlado, o ese ano, para continuar con la idea de Artaud en la parte escatológico del texto, La búsqueda de la fecalidad, o corresponde volver a una teatralidad basada en vender al pequeñoburgués unas cuantas píldoras de psicodrama inofensivo?
Valdría la pena escuchar esa grabación que, a pesar de no salir al aire, se hizo en su momento. Tres voces extraordinarias, unidas a la del propio Artaud y “el aporte de las sonorizaciones y xilofonías que ni siquiera los teatros Balinés, Chino, Japonés y Cingalés contienen”, en palabras del poeta. Seguramente hay en México quien tenga la grabación y muy probablemente en el espacio virtual podrá encontrarse. Pero, sobre todo, vale la pena leer y releer un texto capital que los editores mexicanos pusieron en circulación recientemente. La edición nos permite conocer lo que dicen Deleuze y Guattari: “En Para acabar con el juicio de dios, Artaud define la estrategia de su rebelión: la manufactura de un cuerpo sin órganos. Es decir, una liberación de la atadura física de la carne y su organización, hegemonía absoluta y germinal de todo dominio...”
Enfermo mental o místico salvaje en la estela de Rimbaud, Antonin Artaud, sesenta años después de haber escrito su texto parece mirarme como a un pobre fenómeno humano al tiempo que yo miro hacia el fenómeno celestial, temible, sí, pero también entrañable, que algo quiere decir con el sonido inaudible de sus “cristales de hielo suspendidos sobre la atmósfera”.

1 Comments:

At 30 enero, 2007 08:26, Anonymous Anónimo said...

hola, estoy componiendo una obra musical sobre Pour en finir...y cai en tu blog, felicitaciones por tu texto. Daniel

 

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